Aunque no sabía quién eras,
luego supe de tí,
y me dejé embaucar bajo las sábanas
calientes de los dioses profanos.
Desprenderse de uno mismo
en busca de la soledad silenciada
por los instintos más primitivos
que florecen en los entornos más
naturales.
Besar el cielo sabiendo de los daños
colaterales de los cuales
había huido durante una eternidad.
Tanto y tan poco, para por fin entender:
» Que la venganza, entretiene pero no mantiene».