Dos gotas de lágrimas
cayeron sobre mis ojos,
dos gotas de sangre
de mi propia sangre.
Una de ellas era tan grande
que el impacto sobre mi alma,
me dejó deambulando
perdido entre reglas
y convicciones propias
del caprichoso destino
que nos guarda la vida.
La otra recorrió todo mi cuerpo
como una melodía
interpretada por unos dedos
que acarician al piano,
arañando de mi piel
cada recuerdo compartido
al terminar cada sobremesa.
Dos gotas de lágrimas
cayeron sobre mis ojos,
dos gotas de sangre
de mi propia sangre.
Entre el delirio y la armonía,
el desconsuelo y la esperanza,
el frío y el calor.
La banda sonora del pasado
suena a un volumen ensordecedor
¿Quien conoce mis dos lágrimas?
¿Quien se apiada de la nostalgia?
¿Quien comparte ese dolor?
Dos gotas de lágrimas
cayeron sobre mis ojos,
dos gotas de sangre
de mi propia sangre.
Me gusta esto:
Me gusta Cargando...
Relacionado
El dolor invisible que no deseo a nadie
Me gustaMe gusta
Un buen analgésico es el amor. Sobre todo si es de buenas personas. No sólo es cuestión de sangre propia
Me gustaLe gusta a 1 persona
Un dolor invisible.
Me gustaLe gusta a 1 persona